“Durante el entierro, no me quitaron los ojos de encima, los dos que me aman. Y yo no podía pensar en aquel a quien llorábamos. No podía pensar en la muerte. Sólo en la vida. No podía pensar en la quietud, sólo en el movimiento. No podía comprender el funeral, ni que la vida pudiera concluir. Todo era un sueño. Yo estaba viva, viva, y dos hombres me observaban, de pie, al otro lado de la tumba. No les veía más que las sombras, pues no me atrevía a levantar los ojos y demostrar mi alegría”

Peake, Mervyn. “Titus Groan.”